La muerte de Muammar al Gaddafi en realidad, más que un asesinato, fue un linchamiento ante los ojos del mundo entero, un hecho cometido por un grupo terrorista apoyado, armado y financiado por la OTAN. Y, más que un ajuste de cuentas o de un simple acto de bestialidad, fue un mensaje del 'Mundo Civilizado' a todos los que en cualquier latitud y en cualquier idioma se atrevan a decirles "no".
Lo impresionante es que el enemigo de la humanidad siempre hace más o menos lo mismo. Después de escoger su víctima, a través de sus medios de comunicación, dibuja un monstruo, luego aplica sus 'sanciones' para ahorcar económicamente y ablandar políticamente su objetivo militar y después arma y envía al asalto a una 'oposición', alimentada con millones de dólares y apoyada por tanques, buques y aviones de guerra.
La destrucción de Libia no sucedió solamente debido a lo más obvio, es decir, al interés occidental por controlar sus campos petroleros y gasíferos. Fue también la necesidad de acabar con un Gobierno, peligroso por su ejemplo para África, Medio Oriente y el Sur Global.
Era uno de los pocos Estados del mundo que cumplía con su deber social. Diferentes fuentes reconocen que los 42 años del Gobierno de Muammar Gaddafi fue el tiempo de máximo bienestar que ha experimentado el pueblo libio en su historia.
La 'dictadura' realizó una reforma agraria, construyó un sistema de seguridad social, aseguró la asistencia médica gratuita para todos y dio participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas del Estado. Con Gaddafi el país entero fue electrificado.
La luz era gratuita, al igual que los servicios médicos. En cuanto a la alfabetización, se incrementó del 5% a 83%. A los campesinos el Gobierno libio les otorgaba créditos para la compra de semillas, maquinaria y asesoramiento del Estado. La vivienda, considerada un derecho humano, se aseguró con un bono equivalente a 50.000 dólares, que recibían los recién casados para comprar una casa. Libia se convirtió en el país africano con mayor ingreso per cápita y su población alcanzó una esperanza de vida de 77 años, de las más altas del continente.
Aparte de eso, el Gobierno de Gaddafi se destacó por la promoción de la igualdad de género. A diferencia de la mayoría de sus vecinos, las mujeres libias obtuvieron plenos derechos civiles, incluyendo su derecho a ir a la universidad y a recibir un salario igual al de los hombres. La mitad de los graduados universitarios libios eran mujeres. Todos los préstamos bancarios en el país tenían cero por ciento de tasa de interés, ya que el Banco Central de Libia fue declarado institución soberana al servicio de los ciudadanos. Es importante recordar también que Gaddafi a través de la Unión Africana impulsó la cooperación de los países de África y, según varios testimonios, preparaba el proyecto para la creación de una moneda única soportada por las reservas de oro de Libia.

Para Occidente, acabar con un Gobierno como este no era menos importante que tomar el control de sus enormes recursos naturales.
La 'rebelión' contra la 'tiranía de Gaddafi' se produjo simultáneamente a otras revueltas durante la llamada 'Primavera árabe' en sus países vecinos, que como se confirmó muy pronto consistió en una serie de 'revoluciones de color' locales para reforzar el control occidental sobre la región. Es importante subrayar que, a diferencia de los demás países árabes donde se produjeron las revueltas, producto del hartazgo por la miseria, la falta de salubridad y ausencia de condiciones sociales, en Libia esas no fueron las razones para el descontento masivo.
En Libia vimos el archiconocido guión con los 'luchadores por la libertad', que de un día para el otro aparecen de la nada armados hasta los dientes, mientras la prensa nos vierte con verdaderos mares de historias espeluznantes de una u otra "dictadura" de cuya existencia ni sospechábamos.
En los primeros días de la 'rebelión libia' en febrero de 2011, muchos medios publicaron la 'noticia' acerca de bombardeos "por parte de la aviación del régimen" a las multitudes de "manifestantes pacíficos" en una plaza. En la Libia de entonces casi todos tenían celulares con cámaras. No se presentó ni una sola imagen de estos 'bombardeos'.
No existe una sola prueba técnica ni documental de que Gaddafi ordenara bombardear a los manifestantes civiles. En febrero y marzo de 2011 varios medios occidentales y árabes (Al Jazeera, CNN, BBC, France 24, Sky News y otros) aseguraron esta versión, que fue el argumento central para aprobar la Resolución 1973 de la ONU del 17 de marzo de 2011, que autorizó la intervención militar.
Sin embargo, ni Amnistía Internacional ni Human Rights Watch, ni nadie más nunca encontró pruebas de esos bombardeos contra civiles, ya que no se hallaron restos de bombas ni cráteres en los lugares de los supuestos ataques. Amnistía Internacional reconoció que las cifras iniciales de "miles de muertos en las protestas" no pudieron ser confirmadas. En cuanto a los "miles de manifestantes asesinados", al igual que con las "armas químicas de Saddam" o el "Cartel de los Soles", han sido la parte mediática de una guerra de conquista.
Es muy importante recordar hoy la reciente tragedia libia, no solo para condenar una vez más al Imperio o conmemorar a los caídos, sino también para sacar lecciones para el presente.

No solo de los aciertos de Gaddafi, sino también de sus errores. Sin duda, su más grave error fue su excesiva confianza en Occidente. Después de varios años de bloqueo económico a Libia por parte de la OTAN, las calumnias sistemáticas en la prensa y varios ataques militares, Muammar al Gaddafi creyó en la 'normalización' de sus relaciones con el 'Mundo Civilizado, y aceptó desarmarse de sus misiles más poderosos.
Les entregó a los Gobiernos enemigos grandes sumas de dinero, pensando comprar no sé si su amistad, pero sí seguramente su neutralidad. Son los mismos errores que cometieron Saddam Hussein y Slobodan Milosevic, aceptando en algún momento negociar con sus enemigos y ceder a sus presiones, invitando a sus representantes "para verificar" la falsedad de las acusaciones, que ellos mismos sabían falsas porque eran inventadas. Afirmando esto no estoy llamando a la intransigencia, solo afirmo que cualquier gesto conciliador es percibido por Occidente como un signo de debilidad y solo hace aumentar la presión. Los Gobiernos de todos los países invadidos y destruidos por la OTAN en estas últimas décadas tuvieron la negligencia de subestimar las intenciones de su enemigo y trataron de llegar con él a algún acuerdo.
Libia hace 15 años fue convertida del país más próspero de África a un campo de batalla entre bandas militares y clanes medievales que en vez de la democracia prometida les regalan mercados de esclavos y barcos con refugiados. Nos recuerda que las trágicas clases de historia que no se aprenden siempre se repiten. Sepamos escuchar los ecos.