Otoño de molinos de viento y pan tradicional en Kimzha
En el antiguo poblado de Kimzha, conocido por tener los molinos "más boreales del planeta", se celebrará en otoño un festival internacional de molinos de viento. En septiembre se podrá hacer allí pan con la harina obtenida con dos molturadores restaurados, objetos únicos de la herencia cultural de la arquitectura de Pomorie (costa del Mar Blanco).
Kimzha es un poblado que ha mantenido hasta nuestros días una imagen rural del Norte Ruso con un paisaje sin huellas de la civilización. El aspecto físico de la región, así como las tradiciones y forma de vivir de sus habitantes, son exactamente igual que hace 100 y 200 años. Los molinos de la zona se pondrán en funcionamiento después de su restauración durante un evento que teatralizará el proceso de la cosecha e incluso la preparación del pan a partir de la harina de estos molinos.
Las investigaciones arqueológicas prueban que el territorio de Kimzha era una colonización antigua desde el siglo VIII aC hasta el siglo X dC. Kimzha en sí apareció, según la leyenda, a principios del siglo XVI. Allí hay varios monumentos arquitectónicos clásicos rusos en madera, el más famoso es la iglesia de Odighitria (Madre de Dios, significa 'la que muestra el camino') de techumbre piramidal construida a principios del siglo XVIII. Fue construida de alerce y con forma de cruz.
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En los tiempos antiguos Kimzha tenía fama por sus campanillas de cobre, que fueron usadas para el ganado y los caballos del correo, y por las decoraciones de cobre para los arreos de los caballos. Los fundidores más conocidos eran los Deriagin. Y es su molino de viento el que se ha mantenido hasta la actualidad y el que va a volver a funcionar durante el festival de molinos en otoño.
Junto a ese paisaje con la planificación tradicional del poblado, los molinos y las casas de los campesinos con la arquitectura de Pomorie, en Kimzha se han guardado las 'cruces de promesa'. Se construían al hacer un voto o una promesa en agradecimiento a los santos por escuchar las oraciones o en conmemoración de un evento. Como símbolo de voto-promesa donaban un trozo de tela, una toalla bordada o un pañuelo, una muñeca o dinero. Estas cruces se pueden ver hoy en día en el norte del país al lado de los caminos, en el campo abierto o en el bosque. Las que estaban a la orilla de un río o mar, de 5 o 6 metros de altura, no solo funcionaban como 'protectores', sino también como señales para la navegación. Por eso las construían como una brújula para que uno de sus travesaños indicara al Norte.