Tres presidentes que han marcado la historia reciente de Rusia
La máxima autoridad del país más extenso del mundo. El presidente de Rusia es el Jefe del Estado, el garante de la Constitución y el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Tiene la potestad de designar al primer ministro (a condición de que la candidatura de éste sea apoyada por los diputados) y de destituir al gobierno. También puede disolver la Duma Estatal o cámara baja del parlamento ruso, y convocar elecciones legislativas anticipadas. El presidente es quien marca la pauta de la política interior y exterior. Pero además de todas sus obligaciones oficiales, también encarna la imagen de su patria, personificando tanto sus logros, como sus fracasos.
“Para los rusos el presidente es una figura muy importante que concentra la mayor parte de los atributos del poder. El pueblo tradicionalmente no dirige su crítica a los diputados de la Duma estatal, ni a los funcionarios públicos, sino al presidente. Es una costumbre que no cambia con el tiempo”, comenta Alexéi Mujin, director general del Centro de la Información para la Política.
Meses antes de la desintegración de la Unión Soviética, los primeros comicios presidenciales de Rusia fueron ganados por Borís Yéltsin, un político conocido por su rechazo a la ideología soviética. En 1996 obtuvo la reelección en la segunda vuelta de la votación, tras un reñido duelo con el líder de los comunistas Gennadi Ziugánov. Pero sus numerosas competencias y la gran responsabilidad del cargo resultaron ser una carga excesiva para el primer presidente de Rusia. En el último día de 1999 la nación se vio sorprendida por una noticia de suma importancia: en el tradicional discurso de Nochevieja Yeltsin hizo pública su renuncia.
“¡Estimados amigos! Hoy me dirijo a Ustedes como Presidente de Rusia por última vez. He tomado esta decisión. La estuve meditando mucho tiempo. Hoy, en el último día del siglo, yo presento mi dimisión”, declaró Yeltsin ante las cámaras de televisión.
Yeltsin explicó que el país debía adentrarse en el próximo milenio con gente nueva y quienes estuvieron en el poder durante los años 90 tenían que abandonarlo. Los analistas políticos explican que la renuncia de Yeltsin, aunque causó un enorme asombro, no generó una reacción negativa en la población.
“No fue un shock. La popularidad de Borís Yeltsin iba disminuyendo y durante su segundo mandato la perdió por completo. Creíamos que llegaría un dirigente joven, aunque tuviera sus desventajas, un hombre más joven, sin problemas de salud. De todas formas, aquel cambio de poder tenía su lógica”, opina el periodista y activista de derechos humanos, Alexéi Símonov.
En aquel momento Putin llevaba pocos meses al frente del Gobierno. Sin embargo, durante ese corto plazo logró ganarse la confianza de gran parte de la población y ganó las elecciones presidenciales anticipadas del año 2000. Cuatro años después refrendó su triunfo al optar por segunda vez al máximo cargo del estado.
No obstante, en 2008, debido a las restricciones constitucionales, Vladímir Putin, no podía aspirar a un tercer mandato consecutivo. Dmitri Medvédev, que recibió el apoyo de su antecesor, se impuso en aquellos comicios y propuso a Putin para encabezar el gobierno.
El 24 de septiembre de 2011, en el congreso del partido gobernante 'Rusia Unida' se desveló la intriga sobre el candidato oficialista para las presidenciales de 2012. Durante el evento, el propio Medvédev pidió a sus partidarios que respaldaran a Putin en la carrera electoral por la presidencia. Según los politólogos, esta decisión se debía a la alta popularidad del actual primer ministro y a su exitosa gestión.
“Durante las últimas décadas, aquellos dirigentes de Rusia, aquellos presidentes que llegaron a liderar el país tan sólo gracias a un período histórico favorable, no obtuvieron el reconocimiento del pueblo. Y los que desde el principio contaban con un amplio apoyo popular se han quedado en la memoria de los ciudadanos como los más eficaces. Vladímir Putin es uno de ellos”, cree Alexéi Mujin.
El presidente de Rusia, que será elegido el 4 de marzo, tendrá que ocupar este cargo por un período más largo que sus antecesores. A finales del 2008, la Duma estatal aprobó una enmienda a la constitución, según la cual, el mandato del Jefe de Estado será prolongado de 4 a 6 años. De este modo, el nuevo inquilino del Kremlin tendrá un plazo adicional para avalar con hechos la confianza depositada por la población.
La historia de Rusia de las últimas dos décadas ha visto pasar por el Kremlin a tres presidentes, cada uno de los cuales gobernó el país de acuerdo con su propia percepción de un estado libre, fuerte y próspero. Así que la personalidad del próximo líder es una cuestión de importancia estratégica. Al fin y al cabo, la decisión sobre quién encabezará una nueva etapa en la vida de la nación está en manos del pueblo ruso.